Nota: Foto con fines puramente ilustrativos.
El ecocidio que quedó evidenciado la semana pasada, me dejó horrorizada. Cuánto mas tendrá que aguantar Guatemala? Mal por todos lados. Esas imágenes de nuestra fauna marina aniquilada me hicieron inmediatamente pensar en el pasaje bíblico de las 10 plagas de Egipto. Para recordar un poco, Dios envió esas plagas después de que oportunamente les advirtiera a los Egipcios que liberaran al pueblo de Israel. Los Egipcios no lo hicieron y entonces Dios les mandó 10 plagas: Sangre, ranas, piojos, la peste que exterminó al ganado, la úlcera, la tormenta de granizo y fuego, langostas, la oscuridad y la muerte de los primogénitos. Hasta entonces, el pueblo elegido fue liberado.
Este pasaje tiene una dimensión figurativa que también podría corresponder a nuestra situación.
La advertencia nos fue dada a través de nuestra propia historia. Es para eso que debe servirnos la memoria histórica, para no cometer los mismos errores. Desgraciadamente, aunque lo sabemos, no lo hemos practicado.
Desde finales del siglo XIX y a principios del siglo XX, Guatemala vivió bajo dictaduras despiadadas. Se destacan las de Manuel Estrada Cabrera y Jorge Ubico Castañeda, cuyo gobierno autoritario duró hasta 1944, derrocado por el triunfo de la Revolución de Octubre, liderada entre otros, por el General Jacobo Árbenz Guzmán.
Los dos gobiernos militares de Estrada Cabrera y Ubico Castañeda estuvieron caracterizados por su autoritarismo y por responder a intereses extranjeros, uno de los Estados Unidos y el otro del capital Alemán, respectivamente. Ubico tenía tanta admiración por Hitler que llegaba al punto de emularlo hasta en su vestimenta.
A la caída de las dictaduras, el empresariado nacional se organiza sectorialmente y surge como un actor político que luchará hasta nuestros días por sus intereses económicos. Como dice el Doctor Manuel Villacorta en su libro “Fusiles, Racismo y Protesta”: “Un desplazamiento, autoritarismo unipersonal por una nueva y posteriormente transnacionalizada élite en el poder”.
Luego de la revolución del 44, una serie de cambios estructurales y sociales empezaban a tomar forma. Con el gobierno de Arévalo se crearon las escuelas tipo federación, se dotó a la sociedad guatemalteca de un Código de Trabajo, una seguridad social y se creó así mismo, la universidad estatal.
Sin embargo, éstos cambios no fueron del agrado de los Estados Unidos, especialmente porque bajo el gobierno de Árbenz se expropiaron vastas extensiones de tierras ociosas de la poderosa United Fruit Company para cederlas a los campesinos. Es así que un golpe de estado orquestado por la CIA y liderado por el General Carlos Castillo Armas derrocó a Árbenz. Esto fue el fin de una revolución que hubiera podido introducir profundos cambios en la sociedad, y lo que originó un sistema oportunista, que es el que prevalece hasta nuestros días.
Posteriormente, en los años sesenta surge el conflicto armado interno, auspiciado también por los Estados Unidos bajo la consigna de erradicar el comunismo. Éste período dejó un saldo de más de 200 mil muertos y desaparecidos, viudas y niños huérfanos. Una época verdaderamente oscura en la historia de Guatemala, en donde las fuerzas armadas masacraron, violaron y torturaron.
Esta es nuestra historia en breve, la cual creí conveniente recordar.
No debió haber sido ésto no solo una, sino varias señales de que algo estaba mal, que debíamos cambiar el rumbo?
Sin embargo, no aprendimos a pesar de tanta advertencia... pasados 12 años del siglo XXI, fuimos a las urnas y elegimos nuevamente a un militar y no cualquiera, el que estuvo directamente involucrado en las campañas de tierra arrasada durante el gobierno genocida (porque sí, sí hubo genocidio) de Ríos Montt. Impresionados con la “mano dura” y convencidos quizás con aquello de que “le tocaba”, no se consideraron a conciencia otras opciones.
La corrupción que se originó de la mancuerna entre los intereses oligarcas y de militares ambiciosos que data del siglo XX no diezmó, al contrario, se especializó y creó estructuras bien definidas que únicamente fueron creciendo año con año.
Cedimos los recursos del país poco a poco a manos extranjeras (nuevamente), con la excusa del desarrollo económico, de originar fuentes de empleo, cuando lo único que se desarrollaban en las áreas rurales eran conflictos de tierras y se violaban los derechos humanos y laborales de los pobladores, mientras que los beneficios iban a parar únicamente a las arrasadoras transnacionales, incluídas esas que cultivan palma africana.
La injerencia y las estrategias pragmáticas de los Estados Unidos para mantener su hegemonía en la región tampoco desaparecieron, fueron únicamente tomando otras formas más sutiles. Entre ellas, el tratado de libre comercio, el que tanto alabó y apoyó el empresariado Guatemalteco y que solo beneficia a grupos económicos minoritarios, la ayuda para el combate al narcotráfico, la “Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte” y el megaproyecto del corredor interoceánico resaltan. Tanta es la injerencia, que es sabido que si la CICIG permanece en el país es por la presión que ejerció ésta potencia, la cual también dio un empujón para la renuncia de la Vicepresidenta y la no renuncia de Otto Pérez.
Y qué hay del pueblo que debía ser liberado de la pobreza, de la corrupción, del hambre y de la violencia? Mientras en el área rural luchaban por sobrevivir al despojo de sus tierras, a la sobreexplotación de los recursos naturales, a la lucha por sus vidas, al habérseles criminalizado y hasta llamado terroristas por defender sus derechos y resistir pacíficamente, en la capital se hacía la repartición a diestra y siniestra de todo lo robado entre los gobernantes y sus “discípulos”.
Por aparte, muchos eran los que se llenaban la boca diciendo que Guatemala avanza por las buenas oportunidades para la inversión y que bastaba ver los índices macroeconómicos para saber que la economía Guatemalteca iba viento en popa. Pisto, pisto, pisto! Pero ojalá que fuera para el bienestar de todos, de insumos para los hospitales nacionales, para una mejor educación pública, para calles y drenajes en el área rural, para sacar de la desnutrición a la población del corredor seco del país, para centros asistenciales en las cárceles... A este punto, todos deberíamos saber que este sistema neoliberal despiadado en el que vivimos y nos desarrollamos no es ya sostenible.
Y ni qué decir de los que hablan de libertad y una república que defienda el libre mercado y los derechos individuales... ese es su discurso populista, pues no se adapta a nuestra realidad. Al parecer, no se han puesto a reflexionar en que, como decía Bobbio, la libertad presupone la existencia de una sociedad justa, la cual solo puede existir como tal cuando hay igualdad de derechos y oportunidades. En el caso de Guatemala, podrá una persona decidir libremente en qué trabaja o elegir conscientemente a un candidato si nunca tuvo acceso a la educación? Podrá inculcar el respeto a otros si todo el tiempo ha sido él mismo irrespetado, discriminado y su familia masacrada? Perdón, pero el que crea realmente que esto es libertad, es un reverendo ignorante o bien, un cínico malévolo.
Ahora no solo el engranaje institucional está en crisis, luego de haberse advertido de los efectos de la extracción desmedida, de la falta de un interés legítimo para salvar nuestros lagos y de la casi concesión de nuestros recursos a la inversión extranjera, nuestra herencia natural también agoniza.
Tuvieron que caer las plagas de La Línea y la crisis institucional para empezar a despertar. La injerencia gringa, el fraude IGSS-Pisa, los asesinatos de periodistas y de abogados, la criminalización de defensores de derechos humanos, la desnutrición, el narcotráfico, Baldizón (que en si, es una sola plaga) y ahora el ecocidio en Sayaxché le siguieron.
Sin embargo, tengo el presentimiento de que aun nos faltan unas cuantas plagas más para terminar de aprender. Pero, cuántas más?