Así como el sabor que me queda en la boca luego de haberme disfrutado un helado de chocolate Belga, la tercera manifestación en la ciudad capital de Guatemala denominada “RenunciaYa fase 2” convocada a raíz de la crisis institucional y de la investigación que destapó los detalles de la estructura criminal de defraudación aduanera denominada “La Línea”, me dejó un sabor muy dulce en la boca y me provocó unas cuantas lágrimas de emoción.
No es fácil verlo desde lejos. Seguramente hubiera estado en primera fila con mi cartel y mi bandera exigiendo justicia para el pueblo que ya no aguanta tanto gobernante presto a robar hasta el último centavo.
Sin embargo, solo me quedó mirar... para eso, las redes sociales son las mejores. Me sentí embriagada al final del día. Ya lo había visto todo, pero aun así quería más. Las tomas aéreas de la multitud congregada en la Plaza de la Constitución me impresionaron, no me perdí los detalles, pero me tuve que conformar con poner mi banderita de apoyo en mi muro de FB, aparte de por supuesto, hacer algo un poco más concreto firmando la petición de los “Guatemaltecos en el Extranjero”. Algo es algo.
Sin embrago, creo que de todo lo que vi desde mi pantalla, lo más esperanzador y gratificante fue ver a los estudiantes universitarios juntos por una sola causa, por una Guatemala mejor. Me sentí orgullosa de ser Landivariana y me congratulé de ver a los San Carlistas compartir las calles con estudiantes de otras universidades privadas que también dijeron presentes. ¡Cuándo se habia visto eso! Fue sin duda, un evento que hará historia.
Este suceso me hizo pensar de alguna forma en las marchas estudiantiles de la época de la represión de los años setentas y ochentas, que también tuvieron como escenario la Plaza de la Constitución, antes llamada simplemente Parque Central. Era la época de luchas políticas dentro del contexto claro está, del conflicto armado interno.
Hay muchas diferencias, por supuesto. Lo del Sábado 16 no tuvo bandos y no fueron solo estudiantes, fue la unión de los ciudadanos hartos de la corrupción y la impunidad que asfixian al país. En aquel entonces, los estudiantes de la USAC luchaban dentro de un contexto de suma turbulencia política y por ideales que tenían una ideología definida. Se buscaba la reivindicación de los derechos humanos y se exigían demandas sociales al gobierno. Cuando esto tuvo lugar, yo estaba en pañales aun, pero las historias de algunos líderes estudiantiles siempre me impresionaron, especialmente la de Oliverio Castañeda De León. Un estudiante de Economía que además de brillante, tenía un liderazgo carismático. Fue asesinado en 1978 a sus escasos 23 años, por defender lo que creía.
Las diferencias de contexto, actores y demandas son contundentes, pero hay puntos en común que constituyen lo que yo creo, es una chispa de esperanza. Estos jóvenes nos demostraron con la consigna de “somos pueblo”, que la frase de aquel entonces “el pueblo unido, jamás será vencido” o la de “mientras haya pueblo, habrá revolución” son, más que frases hechas, una realidad.
Ahora, luego de más de tres décadas la voz estudiantil finalmente se vuelve a escuchar con fuerza. Esa voz es mágica, porque es voz de cambio, de unión, llena de energía y esperanza. Jóvenes que son el futuro inmediato de Guatemala, los futuros gobernantes y profesionales que deberán forjar una mejor Guatemala para ellos y sus hijos.
Y una vez más, me lo perdí.