Como cada año, hoy recordamos el fatídico terremoto del 76. No que mis contemporáneos y yo lo recordemos literalmente, pues para entonces estábamos en pañales, y no lo digo en sentido figurado.
Pero no se puede negar que cada quien sabe detalles de esa horrorosa madrugada del 4 de febrero, por las experiencias de sus padres y abuelos. Ellos, seguramente, recordarán casi en cámara lenta, cómo lo vivieron.
En mi familia, afortunadamente, aparte del susto no hubo pérdida de vidas, ni de nuestra vivienda. Eso sí, me cuenta mi mamá que todos salieron corriendo a la calle. Ella estaba con mi hermano mayor esa madrugada, pues estaba enfermo y salió con él en brazos. Quizás pensó que mi papá instintivamente correría a buscar a su hija, que estaba en su cuna. Pero, ¡Oh, sorpresa! Cuando todos ya en la calle se voltearon a ver y se dieron cuenta que la única que aun yacía en su cunita mientras todo se estremecía dentro, era yo, de 8 meses. Esta es una historia que siempre cuento con cierta jocosidad, pero me imagino el susto que sintieron en ese momento.
Y así, habrán muchas historias de la ciudad capital que al final no pasaron de haber sido experiencias aterradoras, pero que afortunadamente no dejaron saldo de vidas humanas.
Entonces, ¿de dónde salieron esos 30,000 muertos y cientos de miles de viviendas destruidas? Quizás no es difícil imaginar. Fue de las áreas marginales alrededor de la ciudad capital y del área rural. En específico, el departamento de Chimaltenango fue el más afectado y siguiéndole de cerca, el altiplano del país.
En una perspectiva más amplia y aparte de las pérdidas humanas y materiales mencionadas, el desastre del terremoto tuvo importantes efectos socioeconómicos y políticos para el país, más importantes de lo que nos pudiéramos imaginar y que se deben de tomar en consideración para entender cómo parte de nuestra historia se fue modelando por la confluencia en el tiempo de éste devastador desastre natural y de la inestabilidad política y social que afrontaba el país en ese entonces, a consecuencia del conflicto armado interno que se desarrollaba desde el año de 1962.
1. Para el año del terremoto, el general Kjell Laugerud García gobernaba el país (1974-1978) y su mandato lo había iniciado con una serie de medidas encaminadas a ganarse la simpatía popular, por medio de la implementación de precios tope de la canasta familiar. Sin embargo, y era de esperarse, los empresarios reaccionaron en clara oposición a éstas medidas, pues al contrario, lo que el sector privado buscaba era una inmovilización de salarios y el aumento de los precios de los productos básicos, para así ampliar sus márgenes de beneficios.
Consecuentemente, esta oposición provocó el agudizamiento de la pobreza en el país, lo que generó protestas sociales cada vez más constantes.
Sin embargo, no fue hasta el día en que tiene lugar el terremoto, que queda al descubierto la dramática realidad nacional, poniendo en evidencia las desigualdades existentes y la extrema pobreza en la que vivía la mayoría de la población, en especial los campesinos e indígenas.
Por aparte, otro efecto del terremoto fue la paralización temporal de las actividades productivas, a lo que el empresariado guatemalteco, en su afán de recortar gastos para que sus beneficios no se vieran afectados, procedió a realizar despidos masivos, siendo la Embotelladora Guatemalteca S.A. la primera en tomar ésta medida.
Como respuesta, se formó el Comité de Solidaridad con los Trabajadores de Coca-Cola (CSTCC), el cual luego sería la plataforma del Comité Nacional de Unidad Sindical (CNUS).
Por primera vez en muchos años, se celebraron encuentros entre trabajadores del sector público y del sector privado, así mismo, entre trabajadores agrícolas e intelectuales comprometidos con las reivindicaciones laborales y sociales. Luego de la consolidación y auge del movimiento sindical, las acciones represivas en contra de éstos y de la sociedad civil se incrementaron.
Cabe mencionar que de acuerdo con el informe “Memoria del Silencio” realizado por la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, la incorporación de indígenas al esfuerzo de guerra revolucionaria armada, no se debió a que sus líderes los convencieran con su ideología, sino a que a partir del terremoto las comunidades ya empezaban a organizarse en cooperativas para enfrentar la miseria en la que los había dejado éste desastre natural y algunos de sus líderes fueron conectados así, con la dirigencia insurgente.
2. Un segundo aspecto importante a considerar, fue que a raíz de los terribles estragos causados por el terremoto, la ayuda internacional no se hizo esperar. Aviones con banderas provenientes de todos los rincones del mundo descendían en el aeropuerto cargados con toda clase de ayuda para los damnificados. Fue este suceso, en realidad, el que le dejó ver a la comunidad internacional de forma brutal, la miseria y desigualdad que imperaba en el país. A partir de entonces, gobiernos y organizaciones de derechos humanos no descansaron en su lucha por una mejora de vida de la población más vulnerable.
Así mismo y aparte de las acciones y pronunciamiento de la Conferencia Episcopal de Guatemala, con ocasión de éste desastre, también empezó a llegar al país ayuda de parte de organizaciones protestantes de Estados Unidos, quienes tenían previsto permanecer en el país por un tiempo para ayudar con ciertas obras de reconstrucción, sobre todo de viviendas y escuelas. Esto permitió que el número de iglesias protestantes y sus adeptos aumentara de forma considerable, al extremo que la tasa de crecimiento ese mismo año de 1976 alcanzó un 14%.
En conclusión y para sintetizar, podemos decir que los efectos socioeconómicos y políticos del terremoto de 1976 fueron los siguientes:
- La agudización de la pobreza en las áreas marginales y rurales
- El descubrimiento y acentuación de la enorme brecha de desigualdad entre la población, lo cual a su vez provocó:
a) Mayor descontento y más participación en los movimientos populares
b) La organización del movimiento sindical a nivel nacional
c) La integración al movimiento insurgente por parte de la población campesina e indígena, lo que provocó así mismo, una mayor represión por parte del aparato gubernamental.
- El soporte por parte de la comunidad internacional y de organizaciones de derechos humanos
- La proliferación de iglesias protestantes y adeptos a las mismas.
Dediquemos hoy pues, un momento para reflexionar sobre éstos hechos y recordar también por supuesto, a las víctimas fatales de éste conmovedor desastre natural.
Que en paz descansen.
Fuentes:
- Morales, Mario R. Breve historia intercultural de Guatemala, 2014.
- Villacorta, Manuel R. Fusiles, racismo y protesta. La historia política de Guatemala, 2012.