Vivo en Bélgica y anteriormente viví en Japón por casi cuatro años. Tengo un esposo alemán y una hija nacida también en Bélgica. Tengo conocidos de varias partes del mundo lógicamente. Cristianos, budistas, ateos y musulmanes.
Leía en un artículo, a propósito de los terribles y condenables ataques terroristas en Francia, que era natural la empatía demostrada con banderas francesas por doquier, más que con otros países también golpeados fuertemente por el terror, como Beirut y Bagdad, pues es más fácil identificarse con culturas parecidas a la propia, o bien, por haber vivido, visitado o por tener algún familiar, en este caso, en Francia. Comprendo el razonamiento.
En lo personal, tengo una amiga francesa a la que aprecio mucho, porque fue la primera con la que hice amistad recién llegada a Bélgica. Y de Francia, qué se puede decir, la primera vez que visité París estaba escéptica y no me emocionó tanto la idea. Pensé que quizás era uno de esos lugares idealizados y llenos de un glamour superficial. Estaba equivocada. Es una ciudad llena de arte y cultura, vibrante y con muchas cosas que hacer y visitar. Pero lo que más me gusta de Francia es la parte sur, los paisajes, el Mediterráneo...
No sé si viviré toda mi vida en Bélgica, voy y vengo a Alemania, y podría decir que los años más inolvidables de mi vida adulta transcurrieron en Japón. Sin embargo, mi bandera es y siempre será, azul, blanco y azul. No por un nacionalismo arrogante e inútil, sino porque como decía Séneca “Amo a mi patria no porque es grande, sino porque es mía”, porque allí crecí, porque es mi madre y los valores con los que me alimentó, es mi barrio, mi gente y mi identidad. Eso es lo que es cercano a mí, por lógica, por coherencia.
No por eso dejo de condolorme de las tragedias que pasan a diario en el mundo, pero tampoco puedo dejar de pensar que debo profundizar en mis conocimientos de las situaciones complejas de otros países antes de opinar, para no tergiversar las cosas y no acrecentar la ola de la desinformación. Y la verdad, paso ya bastante tiempo informándome sobre los asuntos de mi propio país y del país en el que vivo. Y sí, si oro. Oro por mi familia, por Guatemala y por las víctimas más vulnerables del mundo, pero tampoco lo ando publicando. Lo espiritual es algo tan profundo que la publicación en las redes sociales, lo ensucia, aparte de que no me hace mejor que nadie.
Es por eso que en ese tono de coherencia, cuesta entender que algunos guatemaltecos se solidaricen con Francia, pero son y han sido incapaces de solidarizarse, ni siquiera de tratar de informarse de la situación de sus propios compatriotas que se encuentran fuera de la burbuja de la abundancia. Pareciera que a ellos los han borrado de su mapa mental, les pasan enfrente, oyen noticias, pero nada. No entra, se han hecho impermeables a sus padecimientos. Tal pareciera que se quieren desligar de cualquier vínculo con ellos...
¿Que ocupa mi tiempo de reflexión? En primer lugar, que mi hija aprenda a respetar a los demás y a ella misma, que no caiga presa del materialismo, que aprenda a analizar las cosas que pasan a su alrededor para que no se convierta en una “acarreada mental” (genial término acuñado por mi compatriota, Lizzie Rojas).
Pero luego de mi familia, reflexiono y me preocupa la exclusión social de la que son víctimas los indígenas en nuestro país, los índices de desnutrición, la ola de feminicidios, el estado actual y el futuro del sistema de salud, la falta de acceso a la educación de los niños, pero sobre todo de las niñas del área rural, la criminalización de los defensores de derechos humanos, la falta de acceso a la justicia, el deterioro del medio ambiente y la explotación desmedida de nuestros recursos naturales por las insaciables transnacionales, en detrimento de la condición de vida de las comunidades...
Me preocupa la influencia y el poder desmedido de las élites oligárquicas que lo único que persiguen es perpetuar el status quo y la desigualdad, frente al precario presupuesto del gobierno, el cual se agrava aún más con la corrupción.
Me preocupa que la plaza solo haya tenido como objetivo el cambio de gobernantes, pero no el cambio político y mucho menos el social; y finalmente, me preocupa el futuro con Jimmy Morales a la cabeza...
No, no estoy tratando de imponer mis valores, y mucho menos mi identidad. Que cada quien vaya y se solidarice selectivamente con quien quiera, para eso somos libres. Pero no nos sorprendamos de muchas de las cosas que pasan y seguirán pasando en Guatemala y en el mundo entero.