Gilma, 15 años... ¡JUSTICIA!
Madelyn, 13 años... ¡JUSTICIA!
Así, fuimos mencionando una por una a las 40 niñas asesinadas por el Estado de Guatemala. Seis personas, 36 velas y 4 pancartas, el 21 de marzo, en respuesta a la convocatoria del “Plantón mundial por las niñas de Guatemala” ante las embajadas del país en el mundo. El propósito, naturalmente, exigirle al gobierno medidas inmediatas y concretas no solo para esclarecer éste femicidio de Estado, sino para demandar la implementación de políticas encaminadas a asegurarle a las mujeres el pleno goce de sus derechos.
En la pancarta que teníamos delante, colocamos las imágenes de cada una de las niñas, con sus respectivos nombres. Las fotos de algunas eran de sus primeros años. Una, con sus chonguitos, se parecía tanto a mi Maya... me dolió el corazón profundamente y pude sentir una empatía real con las madres de éstas niñas y adolescentes. Si a mi me había afectado, no podía ni imaginar el dolor que habrían sentido ellas, hasta el extremo de pensar que, quizás, la locura habría tomado ya el control de sus vidas.
Aun cuando talvéz algunas de esas madres no hayan sabido guiarlas, ¿quién soy yo para juzgarlas? El dolor entonces, imagino, debe haber sido todavía mayor. No dejo de pensar que con sus hijas se quemó tambien parte de ellas, sus propias infancias aciagas e interrumpidas. Aunque ya no se levantarán pensando en cómo estarán tratando a sus hijas en ese “hogar seguro”, ahora se preguntarán desesperanzadas, en qué momento se les escapó todo de las manos, en cómo seguirán respirando sin que hacerlo cueste tanto...
Y de pronto tomo conciencia de mí misma. ¿Qué hago acá? La impotencia me invade cuando veo que estoy tan lejos de mi país, ese que por las noches siento que me pide que regrese, que trate de hacer algo o que por lo menos me ensucie las manos.
Si tan solo fuera tan fácil... Cuando también se han echado raíces en otro lado, la mata no puede ser arrancada de un tirón, especialmente porque no es solo la mía.
Keyla, 16 años... ¡JUSTICIA!
Grindy, 14 años... ¡JUSTICIA!
De repente, subo la mirada en medio de la lectura de la carta de nuestras demandas que le entregamos personalmente al Embajador; y me doy cuenta que de las 6 personas, somos tres mujeres y tres hombres (sin contar al Embajador). Tres guatemaltecas y tres belgas, a quienes nunca había visto en mi vida. Hombres que cuando les iba tocando su turno leían, uno a la vez, los nombres de nuestras niñas. Con acento, uno trabándose incluso, pero repitiendo el nombre que le tocaba, una, dos y hasta tres veces, hasta que lograba pronunciarlo bien. Otro, escuchando atentamente, aun cuando contaba con un conocimiento muy precario del español.
Me asalta entonces la esperanza, como bálsamo caliente que recorre todo mi cuerpo, que se encuentra frío, por estar parados a la intemperie en la avenida Churchill. Y así mismo, vienen a mi mente de forma agolpada una serie de cosas sobre ese día, sobre mi diario vivir en Bélgica. Una conferencia interrumpida para que yo estuviera presente en este evento que aunque pequeño, era de gran importancia para mí, los correos de los personeros de mi comuna, que sintiéndose identificados publicaron el evento en su sitio web, los que también representan una ayuda imprescindible para una escuela en la aldea Nimlajacoc de Cobán. Las mismas personas que me han dado la oportunidad única de aprender el idioma q'ueqchi'. Acá en Bélgica y a unos cuantos pasos de mi casa.
Quizás hay algo por hacer aun estando lejos. Quizás ésta empatía y solidaridad es la que me mueve cada día. Talvéz todos podemos ser chispa que empiece una pequeña fogata, no para quemar, pero sí para alumbrar el camino.
Es tan poco. Pero a la vez es tanto.
*Foto proporcionada por Carla Sandoval.